sábado, 30 de septiembre de 2017

Soy feminista y amo a los hombres que amo

Generalizar no siempre es bueno, ya que el el grupo que se generaliza se incluye a muchas personas, animales, cosas... que no deberían o no pertenecen en realidad a este grupo.
Ser feminista no implica odiar a los hombres. El feminismo no quiere la superioridad de las mujeres sobre los hombres (que es lo que mucha gente cree), sino la igualdad entre hombres y mujeres. Que una persona opine diferente a otra no significa que la odie, ya que el hecho de que piensen distinto no quiere decir que no haya momentos en los que se vayan a divertir y reír juntos. Hay que respetar cómo es cada persona, sus pensamientos y sus opiniones. 
Aun así, hay que luchar por lo que se quiere, defender nuestros derechos y dar nuestra opinión.

Soy feminista y amo a los hombres que amo

Tema del texto
El feminismo significa igualdad.

Resumen: 
Este texto trata de una mujer que, tras una entrevista que hizo, es acusada a través de una red social de que odia a los hombres. Pero ella explica que ama a muchos hombres que son buenos y defiende a las mujeres.

Estructura del texto
Introducción:
El otro día, un espontáneo de Twitter se enfadó conmigo por entrevistar a Jorge Cremades y lanzó a los cielos una cuestión: qué le habrán hecho los hombres -ojo, en bruto, ¡en bloque!- a la tal Lorena G. Maldonado para asediar a un varón así, con tamaña inquina.

Cuerpo argumentativo:

Yo pensé en contarle cuánto amo a Berni, el camarero del bar al que vamos algunos compañeros y yo los jueves al salir del trabajo -que nos abastece de tortilla y copas, nos deja fumar cuando se va su jefe y nunca mira el reloj-; e inmediatamente me atropellé y quise explicarle de qué modo amo también a Cortázar cuando recita Dadora de playas, con sus ojos separados de extraterrestre o de pez y su voz abriéndose paso por huecos de mí que no existen.

Quise decirle cuantísimo adoro a los taxistas de esta ciudad -y al pizzero de mi distrito, y al paciente cajero del Santander que ha renunciado ya a que me haga tarjeta de crédito-; a Fede, porque con él se me hace de día, a mi hermano menor, que me da besos torpes, y al padre enorme que nunca sabe escoger palabras para consolar a la niña que llora, pero las busca incansablemente. Al profesor de Filosofía que me prestó los libros que no prestaría a nadie, al viejo fotógrafo de guerra que me dijo “nunca te conformes”, a mis amigos escritores que se levantan a las cinco de la mañana para parir un sólo párrafo y borrar folios enteros.

Quiero a los hombres buenos, a los tiernos, a los lúcidos -también a los crápulas-, a los valientes, los triviales y los amo de igual a igual. A Gonzalo, que viene a verme por las tardes y nunca habla del futuro; a Enrique, que me diagnostica porque me intuye. Algunos huelen a camisa planchargos; a los que llegan aquí a jugar sólo como seres humanos. Estamos en el mismo equipo. Los elijo, nos elegimos constantemente. Los prefiero cerca y no, claro que no me oprimen. Nos miramos. Otros tienen risas salvajes y hermosas. A unos cuantos los he visto dormir.

Cómo iba a entender ese mentecato virtual que amo de lejos al hombre que ya he tenido y aún de cerca al que nunca tuve. Qué culpa tendrán ellos, mis socios feministas, de que les cuelguen dos testículos igual que a tanto tullido moral, igual que a tanto asesino, igual que a tanto machista irredento. Qué plato roto van a pagar si vienen con cantidades industriales de inteligencia y de respeto. Yo no los juzgo en comunidad por su testosterona, faltaría más: mi género tampoco es el responsable de tanta lerda que anda suelta.

Conclusión:
¿Saben eso? Quien generaliza, pierde. O peor: quien generaliza, no ama.

lunes, 25 de septiembre de 2017

La educación de los hijos y la "play"

El hecho de que una pareja esté de acuerdo en cuanto a la educación de sus hijos es muy importante, ya que esta educación se verá reflejada en su futuro. 
Parte del tiempo libre de los niños deben formarla actividades educativas como la lectura, el cine, el teatro, jugar a juegos educativos... y también salir a la calle con amigos, pasar tiempo en familia, dar paseos, hacer deporte... Aunque por otro lado también es correcto dejar un tiempo a que los niños jueguen a los videojuegos, utilicen Internet, vean vídeos... siempre y cuando esto no ocupe demasiado tiempo y los padres sepan qué es lo que hacen sus hijos y que se aseguren que son cosas adecuadas para su edad.
En definitiva, en la casa debe haber una serie de normas en las que estén de acuerdo los dos adultos y que siempre se lleven a cabo.